Le Falta Fuerza
A este texto le falta fuerza. Lo sabe. Su autor sabe de primera mano que su texto no tiene fuerza. Adornado con palabras complicadas, ese montón de letras pretende moverle el alma al lector que, finalmente, no entiende por qué gastó su tiempo en semejante estupidez.
Obviamente lo entiende. Si es el autor quién hace al texto. Si es la vida y la voz del escritor la que tiñe todo. Cómo pretende hacer un escrito fuerte si a ese autor no le pasa nada. Si las fuentes de motivación son edulcoradas y trilladas, si las peores agonías están ocultas o domesticadas.
¿Qué clase de escritor puede escribir con la incertidumbre de bozal, correa en mano? Todos pueden, y por eso éste hizo el texto que hizo. Y por eso no tiene fuerza. Porque no saca fuerza de ningún lado. Porque la energía cósmica, o lo que mierda sea, no sale de la nada. Sale de una conjugación, de una fusión. De una olla sale. Y si esa olla está vacía, se le pueden echar ideas y letras. Pero el texto saldrá sin fuerza, porque fuerza no quedó más. Se acabó.
Le falta fuerza porque falta la intención de decir algo. Porque no hay qué transmitir, además de la nada. Porque justo en ese momento, el autor se olvidó de lo que quiere enseñarle al mundo. No hay nada demasiado importante que decir. No hay un mensaje oculto que encriptar en un cuento que parece otra cosa. No hay una anormalidad que necesite salirse de las tripas. Simplemente el tiempo. Y dale nomás con el tiempo.
A este texto le falta fuerza porque la fuerza viene de la inspiración pura. Del deber decir. Y no del querer decir. De un impulso inaguantable, casi involuntario, que lleva al autor a escribir con los ojos cerrados para que no se le vaya la idea. No tiene fuerza si el escritor ahonda con los ojos abiertos. Si encuentra errores en la redacción y detiene la oleada de letras con tanta facilidad.
Le falta fuerza, porque el escritor suplantó "cara" por "rostro" antes de haber terminado el párrafo. Porque releyó para ver qué tan bien sonaba todo. Y es vil revisar eso antes de terminar. Antes del éxtasis de resolver la incertidumbre. Ese polvo literario que lo deja tumbado y ansioso a la vez. Que lo empuja, al escritor, a pensar qué carajo dice acá, cuando fue el único responsable.
Al texto le falta fuerza, porque al escritor le falta fuerza. Y si el escritor tiene esa fuerza, le falta querer aplicarle la fuerza a otro para moverle el alma.
Para qué querer moverle el alma al otro, cuando dar lástima es tan tentador.