Virgencita de Madera
Ayer llovió. Los zapatos ya están en las últimas, y algo de barro se cuela por sobre el dedo gordo. Medias, imposible. Algo falta. Ronda. Bueno, ¿quién va? El cielo está blanco. El olor a guiso se evaporó, por lo que es más fácil distraerse. ¿Quién va? Uno no, porque si no se acuerdan se robó moras de la casa de los Morelli, y las compartió. La otra tampoco, porque ayudo a la máma a limpiar la casa de los Sánchez. Ese día pudieron traer una ristra de chorizos que los dejó dormir en paz. Y así los ocho. Menos la novena. La chiquita. La muda. La Virgencita de Madera. Ella estaba en falta. No quiere ir. Le da vergüenza. A todos les da vergüenza, Virgencita. No es una cuestión de querer, de sentirse cómodos. Nunca fue así. Hay que comer. A vos te alcanzó porque sos chiquita, porque sos flaquita. ¿Pero los grandes? No alcanza. Ya sabés cómo es. Es pedirle algo de pan, Virgencita. Nada más. Una, de las más grandes, dice que va ella. Que no la hagan llorar más, que seguro viene el p