Lector ajeno: La entrada de blog que aquí abajo aparece es lo que yo regalo en ocasiones particulares. Estará repleto de referencias familiares, (incipientes puteríos y futuras quejas a mi persona) y de cursilerías casi innecesarias. Por lo tanto, ante el presente escrito, queda usted avisado y salvaguardado de su exclusividad. Sin otro particular, me despido atte: El Brunito. Algunas familias forman paisajes. No serán grandes cascadas, ni centenares de robles, pero sí son sonrisas pícaras, vasos huérfanos y muchas miradas. Uno de esos parajes, sino el mejor, son los cumpleaños. Siempre más de diez personas, en mi familia, reunidas en un habitáculo, comiendo y de tertulia. Un miércoles cumplió una de mis tías, Lidu. Durante el 2011, en mis estudios, me dieron la oportunidad de describir un evento social conocido: elegí un cumpleaños de nueve. Ahora no me dan oportunidad, sino que cariñosamente voy a describir uno de ocho: pueden ser 58, 68, 78... o bien 18. Hay que blanquear un