Es Dejar de Correr
Ilustra: María Sanzol Es correr sin importarme nada. Los baldosones helados que pasan más rápidos que yo. La humedad de mis huellas angostas que se ven. Se notan a través de mi piel, de la carne. Las manos también, se vuelven de vidrio y otra vez a humana. Los dedos destrozados por mis dientes. Quiero parar, y mirarme las manos. No me quiero ver al espejo. No puedo respirar. Hay un río de sombras que busca su cauce. Es el piso que se abre. Y los baldosones aún tan prolijos. Todo lo sé, pero no puedo mirar. Es que si miro, pierdo. Siento la piel floja de mis piernas, siento las mejillas caídas. Me acuerdo del espejo y de los comentarios. Es repetirme mil veces que una mujer de verdad está más allá de lo que se ve. Más alla de estas manos cuadradas o la nariz hinchada. Más que los talles que nunca quedan, o los cortes que nunca ocultan. Está mucho más allá que querer creer en el márketing. Comprar. Está más allá de entender que