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Mostrando entradas de julio, 2013

Le Falta Fuerza

      A este texto le falta fuerza. Lo sabe. Su autor sabe de primera mano que su texto no tiene fuerza. Adornado con palabras complicadas, ese montón de letras pretende moverle el alma al lector que, finalmente, no entiende por qué gastó su tiempo en semejante estupidez.        Obviamente lo entiende. Si es el autor quién hace al texto. Si es la vida y la voz del escritor la que tiñe todo. Cómo pretende hacer un escrito fuerte si a ese autor no le pasa nada. Si las fuentes de motivación son edulcoradas y trilladas, si las peores agonías están ocultas o domesticadas.       ¿Qué clase de escritor puede escribir con la incertidumbre de bozal, correa en mano? Todos pueden, y por eso éste hizo el texto que hizo. Y por eso no tiene fuerza. Porque no saca fuerza de ningún lado. Porque la energía cósmica, o lo que mierda sea, no sale de la nada. Sale de una conjugación, de una fusión. De una olla sale. Y si esa olla está vacía, se le pueden echar ideas y letras. Pero el texto saldrá sin

Bajo la puerta

El susurro del papel arrastrándose bajo la puerta. Quedo, como si el cartero le transmitiese su paz. Su rutina. Silencio entre ambos. Las ganas de desacomodarse filtrándose por las grietas de la puerta trasera. El aviso tenso en el aire que parece haberse dicho. El crujido de los resortes del primer alma que cedió a la competencia. Los pasos apesadumbrados que, piensa el caminante, son demasiado pacientes. Recuerda a su niñez de mil vueltas alrededor de la mesa. Se oye desde la cocina, cruzando el vestíbulo, el aplauso de una hoja barata pasando. De la tinta de la derecha dando un panzazo sordo a la de la izquierda. Es un diálogo interno el de ese diario con su lector, absorto. Pero su atención repiquetea en el susurro que entró por la puerta. El tintineo de la chapa por donde entran los sobres, ahora sonaba como un campanario. La duda asesinada por el lector, que se supone ya no duda. Porque dudan sólo los niños y los fracasados. Y ahora las frases se leen mil veces y se especula el v

La Eterna Luz Blanca

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        Kai la tomó de la mano. Sintió, más allá de los guantes de ambos, el calor de su piel. Caminó por delante mientras la guiaba entre la nieve. Cruzaron árboles secos y se adentraron más en el parque alrededor de la biblioteca Sensojikodomo. No era como el resto de los parques. Era tranquilo, menos decorado. Muy silencioso. Y la acústica, sobretodo cuando nevaba, era irreal.         Hikari acompasaba sus pasos a los de él, intentando no pisar en falso. La nieve parecía una manta. Kai no exageró cuando dijo que nadie conocía o visitaba este lugar. El dojo estaba cerca, por lo que el pequeño momento no la dejaría a contrarreloj. Se odiaba por pensar en sus responsabilidades justo allí. Kai era un chico lindo, agradable y se estaba esforzando, pero aún no tenía el poder para sacarla de su rutina.         La guitarra que él llevaba al hombro era pesada. Era de su padre, el sensei Tora Satsuki. En su juventud, Tora era un gran músico y practicaba seguido: todo antes de dedicarse a