Lo que ebulle

Es terrible la culpa que asedia cuando uno solía escribir, y ya no lo hace más. Como si hubieras dejado la pava hace demasiado tiempo en el fuego. Es algo que sigue funcionando, pero no de la manera que debería.

Dejé de escribir por no necesitarlo, lo que hace que me sienta culpable para con la escritura. Es no ir a visitar a un amigo por mucho tiempo, y escribirle para pedirle que preste algo; muy triste, y muy utilitario.

Pero hoy, después de muchos meses de demasiada vida, pude parar un segundo. Y por varios sucesos necesitar escribir nuevamente.

Principalmente, fue la larga despedida de un gran maestro, y una especie de nostalgia y arrepentimiento por haber abandonado la carrera. No tanto por mí, sino por no haber concluido su clase, como si hubiese perdido la mayor enseñanza. Como si en algún momento de mi ausencia hubiera revelado el secreto de la buena escritura y del ojo sagaz, y que por ello, yo no soy tan digno para rendirle culto.

Y este abandono de la escritura, mezclado con lo anterior, me llevan a replantear si soy tan bueno como creí siempre que era. Si yo realmente merezco hacerme conocer como guionista o escritor, con tan pocos escritos y guiones. Si realmente tengo una voz que se oye en la cabeza, o soy un cúmulo de palabras tiradas. Porque nunca tanto como hoy, siento que soy más títulos que cosas. Soy más yo diciendo lo que soy, que algo que es. Porque las personas que son realmente creadoras se notan. Destacan, y son distintas a mí.

Quizás es todo un poco un autoengaño de esta vida nueva, en la que las bondades se inventan y de convencerse se asientan. Y después, supuestamente, cosas buenas pasan y la vida cambia su rumbo. Tal vez eso no funcionó, y hoy estoy pagando los platos rotos, creyendo que el problema es que no lo estoy creyendo lo suficiente, y en realidad es que nunca funcionó de verdad.

Llegué a limitar mis posturas, a dejar de usar expresiones o a evitar la palabra "no" para condicionarme. Y de alguna manera, esta cosa ortopédica terminó siendo lo que soy. Y quizás esos brotes de sarcasmo, esas oleadas de maltrato, son los cadáveres que tengo dentro, o los embriones que no estoy dejando nacer.

Quizás, tendría que parar y ser más auténtico, o vivir, como siempre, no estando sólo.